jueves, febrero 09, 2006

En el proceso...

Cuando inicié la novela de Etreum, hacía poco que había acabado mis estudios universitarios. Vivía en casa de mis padres y encontré un trabajo que consideraba temporal por no tener nada que ver con mis estudios. Así que cuando llegaba a casa, como mis obligaciones eran mínimas, me dedicaba a lo que más me gustaba y poco a poco, la novela fue tomando forma. De vez en cuando, mis personajes se empeñaban en complicarme el desarrollo de la trama. Eso es una de las cosas geniales de gestación de una obra: cuando son los protagonistas los que, con sus acciones y personalidad, encauzan la historia hacia algo que tú ni siquiera habías pensado.


Al poco tiempo, después de sopesar el seguir viviendo con mis padres o el dar el salto a un piso de alquiler con amigos, me independicé. Mis obligaciones se multiplicaron y el tiempo libre disminuyó junto a mi producción literaria. Si a esto añadimos el hecho de intentar encontrar un trabajo acorde con mis estudios, el tiempo que me quedaba para escribir era mínimo.

La novela fue relegada a un segundo plano (a veces el deber se impone sobre aquello que nos place) y cuando la retomaba, las complicaciones que antaño se me antojaban un reto, me resultaban un problema (¿bloqueo del escritor? ¿demasiadas cosas en la cabeza?...)

Los veranos, las vacaciones y una voluntad férrea de dedicar al menos dos días a la semana a mi obra, me llevaron a acabar la novela casi seis años después. Entre medio surgieron algunas complicaciones personales que no vienen al caso.

Cuando me volví a independizar con mi pareja, las obligaciones volvieron a aumentar. Claro está, no es lo mismo vivir con dos amigos en un piso de solteros que hacerlo con tu pareja en lo que será vuestro futuro nidito de amor.

Quedaba la parte más tediosa de todo el proceso. Pasar la novela al ordenador. Llamadme lo que queráis pero no soporto la idea de escribir directamente algo tan largo delante de una pantalla. Prefiero hacerlo en un bar mientras me tomo un café o tumbado en el sofá disfrutando de la música, o incluso en la playa... Sí señor, el lápiz y el papel al poder.

De nuevo el plan férreo de levantarme antes del trabajo, acostarme tarde o condenar a mi novia a cocinar (gracias, mi niña) para que yo avanzara en el proyecto. Finalmente lo terminé.

Un mes de relax y luego la relectura con los primeros cambios. Después pasé Etreum a algunos de mis amigos y conocidos para someterla a evaluación. Este primer examen lo considero fiable a medias. Tan solo accedí a variar aquello en lo que todos coincidían y tampoco hice mucho caso de sus alabanzas (son amigos). Lo mejor es que obtuve un primer manuscrito bastante destilado y consideré que estaba preparado para dar el salto a la búsqueda de su publicación. Pero eso ya es otra historia...

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